LECTURA 3
El cientificismo
Esta tendencia postula una
autonomía absoluta de la ciencia, en la medida en que prácticamente no existen límites para la validez y la
extensión de la investigación del conocimiento científico. Esta pretendía
autonomía le daría a la ciencia libertad plena para realizar su tarea sin
ningún interferencia o regulación. Desde esta perspectiva, los cuestionamientos
éticos y sus valoraciones no tendrían cabida ya que la “respetabilidad” y el “prestigio” de la actividad científica la hace ser única que garantiza de manera rigurosa, objetiva
y confiable la explicación de la realidad física y social, así como la que da
respuestas correctas a las múltiples preguntas que se formula el ser humano
para incautar el desarrollo social.
Así entendida la ciencia,
representaría valores superiores a otras actividades humanas, como las de la
estética, la religión, la política y por supuesto de la ética. De esta manera,
el cientificismo defiende la fuerza milagrosa y absoluta de la ciencia por la
que se constituye en dueña del poder de decir lo que es válido, lo confiable,
los aceptable, lo benéfico, útil o determinante en el desarrollo de la
sociedad.
Para el cientificismo el único
conocimiento valido o genuino no pueden ser el metafísico, poético o místico,
sino solo aquel que se ha generado a partir de la exigencia rigurosa de
atenerse a los hechos, es decir, a la realidad en cualquier clase de
investigación. Esto implica admitir que solo conocemos aquello que nos permitan
conocer las ciencias tanto empíricas como formales, y el único método de
conocimiento es el propio de las ciencias naturales, que utilizan la
observación y la experimentación y los métodos estrictamente cuantificables.
En realidad, el cientificismo
entraña un reduccionismo, ya que reduce o constriñe el conocimiento a la
ciencia y sus procedimientos, tal postura y visión del mundo comienza a cobrar
vigor en el siglo XVIII, en la etapa de la ilustración europea que se
caracterizó por la exaltación de la razón científica y matemáticas como factor
determinante del progreso humano. Más tarde es reafirmada por la filosofía
positivista inaugurada por el filósofo francés Agusto Comte, quien hizo
culminar el proceso histórico en la etapa positivista o de la ciencia libre de
misterios mitológicos, religiosos o metafísicos y con una gran apertura al
conocimiento científico único que garantiza la verdad y corroboración del dato real.
El cientificismo se convierte en
una postura ideológica sobre la ciencia como advierte Evandro Agazzi en cuanto
deforma el verdadero sentido de la realidad científica. La ciencia moderna
surgida en el “Renacimiento se caracterizó por el hecho de haber abandonado la actitud metafísica en relación con
la realidad natural, para limitarse a la indagación de algunos aspectos
delimitados de los hechos físicos y de fenómenos sociales. Sin embargo:
a)
El
cientificismo pretende dar a la ciencia un puesto privilegiado al considerar
que tiene un poder de decisión totalizador respecto de las demás actividades
humanas. Además, adjudica demasiada confianza en la ciencia, al grado de caer
en la tentación de minimizar su característica propia, que es la verificación o
la demostración de sus hipótesis y afirmaciones.
b)
Es
intolerante, como toda ideología, porque apartándose de los criterios de la
ciencia como los de argumentación racional, objetividad y el control empírico
impone conceptos científicos acordes con la ideología burguesa dominante.
c)
El
principio de la factibilidad (por el cual los enunciados científicos estarán
siempre disponibles a la crítica de la comunidad científica hasta que hayan
superado victoriosamente todas las pruebas en las cuales se parte del supuesto
de que son falsos), es también minimizado o anulado.
Es preciso indicar que el
cientificismo en cuanto ideología se inicia a fines del siglo XIX a partir de
las ideas gestadas en la ilustración en la que se coinciden a la razón como el
instrumento que nos liberará de la ignorancia de la metafísica, de los dogmas
religiosos y de los mitos. La razón se convierte aquí en el instrumento
primordial de la ciencia moderna, en la nueva luz que iluminará y dará
fundamento a la ciencia de la modernidad y al nuevo orden social.
Por último, el cientificismo se
plasma en las utopías que proyectan la implantación de una sociedad científica
basada en la idea de que la ciencia, por si misma, dará origen a una
sociedad “perfecta” y feliz.
Escobar E. Gustavo. Ética y valores 2. pág. 6 y 7
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