martes, 3 de octubre de 2017

LECTURA 1

LECTURA 1. NOVENOS

La eticidad como característica del ser humano en todas sus acciones


Elegir es un proceso necesario en la vida humana, y es algo que hacemos desde que nacemos hasta que morimos, desde que el sol su levanta, hasta que anochece, y lo hacemos de manera más o menos consciente s de forma trascendente para nuestra vida.
Cada elección que hacemos tiene un efecto transformador en nuestra persona, va conformándonos, va caracterizándonos, porque como dice F. Savater, cada elegir es un elegirme, un elegirlo). El hombre, a través de su vida, realiza actos, cuya repetición genera «hábitos y comportamientos y determinan, además, sus «actitudes», de manera tal que viviendo es como el ser humano se construye a sí
mismo y forja su carácter.

El carácter o personalidad morales el resultado de los actos que uno a uno la persona ha elegido lo que ha hecho por sí misma o por los demás. Y en esta capacidad de elegir y de valorar sus acciones entra en juego su concepto del bien o del mal. De ahí que cada elección implique, a su vez, un proceso de valoración, característica esencialmente humana que se convierte en una obligación moral, por cuanto es la razón la que nos guía frente a cualquier elección. Es imposible una vida moral sin una reflexión moral. No se puede obrar moralmente sin deliberación racional: hacernos cargo racionalmente de los motivos de nuestros actos, y ponderar los medios más practicables para lograr el fin que nos proponemos al actuar.

Se trata, pues, del ejercicio de la eticidad, una exigencia propiamente humana en la que la reflexión sobre nuestras acciones presupone nuestra libertad y nuestra capacidad para elegir y tomar decisiones responsablemente. Por otra parte, el ser
humano es un ser capaz de descubrir y dotar de sentido a las cosas, y al hacerlo poner en juego su libertad en un compromiso con su propia humanidad. ¿Qué otra cosa se le puede exigir al hombre si no es el de serlo a cabalidad? El ilustre naturalista barón Von Humboldt declaró una vez que: “[...] el hombre debe aspirar a lo bueno y grande”. En este sentido, y dada la racionalidad del ser humano, su libertad, su capacidad de dotar de sentido a las cosas y a su existencia, a su apertura a la naturaleza, y a su historia, etcétera, es lo que debe exigirse al hombre.

El rasgo característico del individuo, de su convivencia con los otros y de la cultura

humana en general, es la de desarrollarse en una dimensión ética basada en la moralidad; es decir, en el comportamiento práctico del hombre, que se expresa en juicios, actitudes y normas en su interacción social y cultural. Esta dimensión ética ha sido el punto central de la reflexión filosófica a lo largo de la historia y especialmente en ciertos períodos o coyunturas de crisis y de grandes cambios estructurales.

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